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Un Viaje al Corazón de la Infancia: La Sanación de la Niña Interior

 

En mis años como facilitadora de constelaciones familiares, he sido testigo de cómo las historias del pasado moldean nuestro presente. Recuerdo especialmente el caso de una mujer cuya infancia, marcada por la dificultad, la había acompañado hasta la adultez, impidiéndole vivir una vida plena. Me contó cómo, de niña, se sentía aislada y diferente, una sensación que había perdurado, afectando su manera de relacionarse y de verse a sí misma.

Para ayudarla a reconectar con su historia, le propuse una constelación muy particular: un viaje a través de las etapas clave de su vida. Le pedí que eligiera a cuatro representantes para personificar a su "yo" en cuatro momentos cruciales: el feto, el bebé, la niña y la adolescente. Cada representante tomó su lugar en la sala, y nuestra protagonista comenzó a visitar a cada versión de sí misma.

 

El Feto: El Despertar Silencioso

La primera figura que visitó fue la del feto. Su representante se tumbó en el suelo, en una postura recogida y casi dormida. Le pregunté a mi clienta qué sentía al ver esa imagen, y con voz suave, me reveló que siempre había creído que nacer bajo los efectos de la anestesia, algo habitual en la época, debió ser muy duro para ella. Al escucharlo, le expliqué que sus padres, con el conocimiento que tenían, hicieron lo mejor que pudieron. Al comprender que su historia de nacimiento no era una excepción y que su niña interior estaba a salvo, se sintió más tranquila.

El Bebé: La Ausencia y la Tristeza

Después, se acercó a la representante del bebé, quien se mostraba ausente y sin emoción. La clienta me contó la profunda tristeza que vivía su madre en esa época, abrumada por la pérdida de su hermana y su madre, y el peso de las responsabilidades familiares. Le propuse que intentara abrazar a su bebé interior, pero al principio le resultó imposible. Me dijo que esa tristeza era demasiado grande para ella. La animé a acercarse poco a poco, recordándole que su alma es más grande que cualquier dolor. Con paciencia, finalmente la abrazó, ofreciéndole la calidez y ternura que tanto había anhelado.

La Niña: Soledad y Desconexión

En la siguiente etapa, la clienta se acercó a su niña interior. En esta ocasión, la niña, representada por un hombre, tenía una vida interior rica y muy imaginativa, pero se mostraba distante. "No me importa nada. No va conmigo. No me interesa nada", le dijo a mi clienta. Esta indiferencia la conmovió profundamente, ya que reconoció en esa actitud la soledad y la desconexión que sintió de niña, al refugiarse en su mundo interior para evadir el dolor de la relación entre sus padres. Juntas, trabajamos en la mirada y el reconocimiento, invitando a la clienta a ver y aceptar a esa niña que necesitaba ser vista.

La Adolescente: Alegría y Libertad

Finalmente, visitó a la adolescente, cuya representante se mostraba alegre y activa. La clienta se sintió feliz al conectar con esa parte de sí misma. Ambas bailaron juntas por la sala, celebrando la libertad y la vitalidad. Fue un cierre luminoso para el viaje: mi clienta se reconoció en esa adolescente que, por fin, salía de su cueva para descubrir la vida con entusiasmo.

Meses después, mi clienta me contó el impacto que había tenido este ejercicio. Ahora es consciente de todo lo que no pudo darle a su niña interior y que, por fin, puede ofrecerle: más tiempo, más ternura y un diálogo amoroso. Está recuperando su vida de niña, reconectando con sus amigas, sus juguetes y sus pasiones. Paradójicamente, al sanar a su niña interior, su vida de pareja, familiar y profesional también se ha llenado de más vida y dirección.

Esta constelación nos recuerda que siempre podemos volver a abrazar a nuestras partes más vulnerables para darles el amor que no recibieron. Explorar y sanar a tu niño o niña interior no es un simple ejercicio, sino un verdadero viaje de autodescubrimiento y sanación.