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NO TODO ES AGUA PASADA

Nos habíamos desahogado bien y eso, aunque ayude, también me había dejado con un pequeño motor interno. Un motor del que saltaron chispas cuando ella se sentó a mi vera. Desprendía tal rabia que en mi cabeza se iluminaba la señal de peligro, aun sabiendo, porque lo tenía clarísimo, que ella no me iba a hacer daño.

 

Ese día hablamos de la rabia y me confesó que quería trabajarla, y me pidió que la acompañara a constelar.

 

En la constelación le pidió a su representante y a la rabia que le mostraran lo que ella no estaba pudiendo ver.

 

Al principio, vimos a una ella con los brazos en jarras, mirando directamente a esa llamada rabia. Triunfal, sintiéndose viva. Una rabia que, por otro lado, no se definía como tal. Se sentía insegura, bloqueada.

 

Se levantó entonces, una tristeza movida por la propia escena sin que fuera llamada, y se colocó detrás de esta rabia, escondiéndose a los ojos de ella. Se apoyó en esa otra emoción, una emoción que sentía mucha más culpa que rabia.

 

Ella se hacía pequeña en la silla, tirada un poco hacia atrás por la unión de esas dos emociones, sintiéndose pequeña y cansada al mismo tiempo. Ya no estaba esa postura viva del principio, todo su cuerpo se dejaba caer pasivo en sí mismo. Empezó a tener miedo.

 

Esa rabia empezó a sentir también tristeza.

 

Veía esta escena, al lado de su yo real y me surgían muchas preguntas. Quizás esa tristeza simbolizaba una duda existencial que corría por su mente, un no saber dónde encajaba ella en todo el mundo. O quizás estaba llevando una carga que no le correspondía, una carga que le había dado su sistema familiar.

 

Su yo representado, empezó a fijarse en un punto en el suelo, un punto que necesitaba ser llenado por una figura de la que aún no sabíamos su nombre.

 

Varias figuras llenan el campo queriendo movimiento, expectantes de un cambio, presionando a una ella que mira a esa figura sentada. No la acaba de reconocer, pero algo le dice que también es ella misma. Y así están un rato, mirándose, hasta que su yo se pone en cuclillas y arranca a llorar. Llora y nota algo en la garganta, como si se ahogara o tuviera que vomitar.

 

El origen espera movimiento, se siente frustrado por la inmovilización, se enfada con la escena. Ella se acerca a este, disculpándose por no haber sabido hacer más.

 

Ella se une a mirar al origen y a disculparse, pero no es capaz de decirle nada más. Su representante también se siente inmovilizada, por miedo, orgullo, y varias cosas que le impiden poder expresarse con libertad.

 

A todas las personas que estamos fuera, mirando la escena, se nos contagia la frustración de algunas figuras. Queremos empujarla, moverla. Vemos que la vía es más simple.

 

Ella y su representante vuelven a mirar al origen y le dice: “Voy a usar mi poder para arreglar las cosas que hice y para ayudar a la gente a la que hice mal”.

 

“Intentaré usar mi poder lo mejor posible” – dice ella y su representante. Al oírlas, la tristeza ya respira y la rabia se siente en paz.

 

 

Al final dice: “Asumo mi poder y lo uso para dar luz y amor, y voy a intentar hacerlo desde la alegría y la felicidad”. Se lo dice al origen de todo, a sus emociones, a la que la empujaba para que hiciera algo, seguramente una antigua maestra.