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HERENCIAS FAMILIARES

Cuando empecé a hacer trabajo terapéutico, empecé a reflexionar sobre las cargas familiares. ¿Qué me habían traído mis antepasados que no me tocaba cargar? ¿Qué les estaba dando a mis hijos que no había podido cerrar yo?

 

Sobre todo, pensaba en mi hijo mayor, un niño que nunca da problemas. Es tranquilo y muy cuidador. Aunque, según su padre, es otro tipo de persona. Me sorprendía cómo lo describía cuando íbamos juntos a las reuniones del colegio. A mí me gusta la relación que tenemos, pero me preocupa que le esté cargando por alguna razón y que el vínculo que tiene conmigo le impida desarrollar otro tipo de relaciones, o no le deje ser quien es.

 

Me separé de mi exmarido hace unos años y la relación que tiene con su padre es un poco difícil. Yo sé que se quieren mutuamente pero su padre siente que le da la espalda, que no quiere saber nada de él. Mi hijo se enfada con él, muchas veces por lo que dice de mi a mis espaldas.

 

Yo siento que necesito estar encima de mis hijos, ahora mismo, sobre todo de la pequeña, porque al final lo estoy haciendo sola. Aunque tengamos custodia compartida, la realidad es que gran parte del peso recae en mí. Sé que, esto, al padre le puede molestar, puede sentir que lo estoy intentando controlar todo y hacer como si él no pintara nada, como si él pudiera ver toda la escena, pero yo la eclipsara, impidiendo que pueda hacer cualquier cosa.

 

Pero es que me sentí muy sola como madre, cuando aún estábamos juntos y yo estaba pasando por un momento doloroso. Y fue una de las razones por las que nos divorciamos. Quizás aún hay una parte de mí que necesita acabar de trabajar esta relación que teníamos, poder dar un buen cierre a nuestra relación de pareja, para poder unirnos en nuestra relación de progenitores.

 

Poder decirle y creyéndomelo que, aunque lo nuestro como pareja no funcionó, como padres de los niños siempre estaremos juntos. Me gustaría poder creer en él, poder dejar de sentir que todo depende de mí y dejar de sentir que no puedo hacer todo lo que me gustaría hacer. Es cansado.

 

Y es aún más cansado cuando intento, no solo hacer mi parte, sino también la de padre. Intento arreglar todo lo que siento que él no hace, todo lo que debería estar haciendo.

 

Pero eso es imposible, nunca voy a poder sustituir al padre de mis hijos. Tengo que dejar que mis hijos puedan disfrutar de nuestras virtudes por igual, que no sientan que estamos en una guerra, que se sientan con el permiso para llevarnos juntos en su corazón. Porque al final, lo que nos pasó a él y a mí, como pareja, es cosa nuestra.

 

Creo que, si puedo confiar en su padre como progenitor, o por lo menos, dejar de intentar llenar su lugar, le voy a quitar un peso de encima a mis hijos. Creo que eso generará un cambio en nuestra familia y van a poder relacionarse con nosotros un poco más libres.

 

 

Y quizás entonces, podamos cerrar otros capítulos familiares con los que seguimos cargando: relaciones de hermanos que se han roto abruptamente, familiares que han batallado en la guerra, accidentes mortales en el seno de la familia, etc. Siento que tenemos cargas de las que aún no hemos podido liberarnos, pero poco a poco. Haré todo el trabajo que pueda para que mis hijos no tengan que continuarlo. Les daré el lugar que corresponde a todos esos muertos que aún no han visto que lo son, y daré las gracias a todos por los que, con su esfuerzo, hemos llegado hasta aquí.