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LA MADRE GATO

Según mi madre, tenía dos años cuando empecé a cogerle miedo a los gatos. Fue un día que me acerqué a una gata en celo que estaba acompañada de sus crías. Estaban entre dos coches, y mientras yo caminaba hacia ellos, de golpe mi madre me cogió en brazos y salió corriendo, mientras se oía a la gata maullar muy fuerte.

 

Con los años este miedo se ha ido haciendo cada vez más fuerte, generando que tenga mucho pánico a los gatos. Que la sola visión de uno de ellos haga mi pecho latir de adrenalina.

 

Haciéndome hacer conductas impensables solo por huir de aquello que me activa la fobia, por ejemplo, encajonarme en un sitio pequeño y elevado, donde no esté al alcance del gato.

 

Fui a constelar porque quería resolver este miedo, o por lo menos conocer el verdadero origen. Ya que, aunque mi madre cuente esa anécdota, hay algo en mí a quien no le resuena. Siento que está más allá de ese incidente.

 

Así que pusimos mi situación sobre la mesa. Primero aparecí yo, luego el origen a este miedo concreto hacia los felinos y por último la representante de mi madre.

 

Vi a mi yo claramente incómodo, lo más cerca posible de la puerta, mientras el origen y mi madre se mantenían a la misma distancia de mí. Formando un triángulo entre los tres.

 

Ninguno de los tres representantes estaba bien. El origen se sentía desubicado, le costaba mirar a mi yo, como si hubiera algo que distorsionara su vista, y estaba más cómodo mirando a mi mamá.

 

Ella no estaba ni bien ni mal, notaba como si el mejor sitio para quedarse era estar en el medio, sin acercarse a mi yo ni al origen del miedo.

 

Es entonces cuando entraron los gatos en escena. Cualquiera pensaría, que teniendo en cuenta mi gran fobia hacia ellos, mi representante saldría corriendo. Pero al contrario, con gran sorpresa por mi parte, se acercó a los gatos.

 

El origen del miedo siente que el enfoque lo tiene en mamá, no en los gatos. Que ellos no tienen nada que ver. La madre, al aparecer los gatos, se ha colocado un poco más en medio, intentando proteger a mi yo de esa supuesta amenaza. Ella se siente aún más incómoda de verse tan observada. Y acaba de sentirse en el punto de mira al aparecer el trauma, a quien le da completamente la espalda. Quedándose ella completamente en medio de todos los representantes.

 

De golpe vemos que todo está demasiado alrededor de mamá. Los gatos están tranquilos, como si no fuera con ellos. Así que tanto mi representante como yo nos dirigimos a mamá:

 

-          Mamá, soy adulto, y yo tomo mis propias decisiones. Gracias por estar, lo valoro mucho. Sé que te asustaste en ese momento, y que todo lo que hiciste fue para protegerme. Y te lo agradezco. Respeto tu proceso.

 

Estas palabras, que parecen tan sencillas y a la vez cargan con mucho peso, hacen que el origen del miedo y el trauma se sientan liberados, que se alejen, que nos den espacio a mamá y a mí.

 

Y es que quizás el trauma no fue por la madre gata que cuidaba de sus recién nacidos, sino que fue por la reacción de mi propia madre cuidándome. De cómo me contagió su mirada de la situación.

 

Vuelvo a existir solo yo como yo mismo y me doy cuenta de que estoy mucho mejor. Darme cuenta del papel real que ha podido tener mi madre, por encima del que han tenido los gatos en sí, me ha dado una gran sensación de alivio.

 

Agradezco todo el trabajo que hizo mi madre para protegerme, tanto en ese momento, como en todos los posteriores. Pero ahora ya soy un adulto y puedo tomar mis propias decisiones, de qué hace falta que me proteja y de qué no.

 

La próxima vez que vea un gato, no huiré corriendo. Lo miraré de lejos. Veré cómo me siento. Si puedo daré un paso hacia el animal, si no puedo, ya lo haré la próxima vez.

 

 

Mi miedo a los gatos no desaparecerá de un día para el otro, pero ya he entrado en el camino para que deje de impactarme en mi vida.