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MIEDO AL CAMBIO

Cuando decidí empezar con la consulta terapéutica, ya me imaginaba que tendría momentos con más clientela y momentos más bajos. En ese entonces, estaba en uno de estos momentos bajos y no lo estaba disfrutando.

 

Realmente, todo empezó unos meses antes cuando decidí irme de viaje. Era un viaje que me hacía mucha ilusión y quería poder disfrutar del país el tiempo suficiente, por lo que estuve moviendo sesiones para poder tener ese mes entero de vacaciones. Disfruté mucho de esa vivencia, aunque, durante esta sentí que empezaba a cambiar mi visión del cliente.  

 

A la vuelta, empecé a ver que cada vez llegaba menos gente, y me cuestioné por qué podía ser:

 

¿Es por qué ha cambiado mi visión?

 

¿Es por qué no estoy del todo cómodo en la consulta?

 

 

Había una parte de mí que sentía que era el momento de hacer cambios, atraer a nuevos clientes.

 

¿Los estaría rechazando sin saberlo?

 

Por un lado, a lo largo de esos meses, también me di cuenta de que me sentía desprotegido en la consulta, como si me faltara algo. Así que pensé en añadir fotografías de mis ancestros para poder estar acompañado de mis familiares. También empecé a incluir en mi rutina una meditación final, al acabar las consultas del día. Hacer una meditación agradeciendo a mis espíritus guías y a mis ángeles de la guarda.

 

Todo esto me ha estado ayudando a sentirme más cómodo en mi consulta, más acompañado. Aunque hay veces que sigue siendo demandante, teniendo que estar pendiente de todas esas pequeñas cosas, como cuando hay un grifo que gotea.

 

Por otro lado, me sentía nervioso ante el cambio en la clientela. ¿De verdad estoy preparado para ese cambio y para gestionar un nuevo tipo de cliente? Y si lo hago, ¿qué pasará con mis clientes actuales?

 

Me preocupaba pensar que, si empezaba a moverme, a buscar activamente estos cambios, esta nueva clientela, abandonaría a quien ya me conoce.

 

¿Y si luego, encima, no estoy preparado para gestionar el cambio?

 

Este problema empezaba a desesperarme un poco, me sentía estancado en la duda y en los “y sí”, por lo que decidí llevarlo a supervisión. Aun siendo profesionales en tener herramientas para ayudar a otros, quienes nos dedicamos a la terapia, a veces somos incapaces de ver las mismas herramientas que nos pueden ayudar a nosotros. Así que expliqué mi situación a mi supervisora para poder trabajar toda esta inquietud que se me estaba generando, para que me guiara un poco hacia dónde podía ir.

 

Hablamos del miedo. Miedo a moverme, a hacer cambios, sobre todo en un momento donde tenía menos clientes. Profundizamos en cuál era mi proyecto, cómo me podía sentir si seguía con la misma clientela, con la misma forma de hacer cuando, por dentro, quería y creía en otra cosa. Nos centramos en la realidad, en cuáles eran exactamente las posibles consecuencias, dejando de darle voz a mis pensamientos catastrofistas.

 

Sí, es cierto que quizás mis clientes actuales se sentirían un poco lejos de mí, pero seguirían viniendo, seguirían confiando en mí mientras les siguiera ayudando. Y aunque yo quisiera hacer ese cambio, también sabía que quería poder seguir dedicándoles tiempo y espacio. Siempre tendrán su lugar, aunque ya no sea el mayoritario. Poder cerrar esto de forma segura me dio espacio para poderme centrar en el nuevo reto en el que quería entrar.

 

Salí de esa supervisión convencido en centrarme en mi nueva visión, en conocer a esta gente nueva, en disfrutar del movimiento, del cambio. Y así lo estoy haciendo.

 

Abrí nuevos horizontes y, poco a poco, empezó a llegar la nueva clientela. Siento que he recuperado la sensación de divertirme mientras trabajo, la sensación de afrontar nuevos retos y poder ayudar a resolverlos. Le voy cogiendo confianza a esta nueva forma de trabajar, y veo claramente cómo estas nuevas personas que atiendo, se sienten acompañados y a gusto con mi manera de hacerlo. 

 

 

Ha pasado ya un tiempo desde que hice esa supervisión, y aunque aún no he cerrado la puerta a la clientela que atendía, estoy muy contento de haber podido afrontar mis miedos y aceptar el cambio que ya se había generado dentro de mí. Ahora confío más que nunca en mí mismo y en mi proyecto, y veo como todo esto me está trayendo éxito y, sobre todo, felicidad.