En esta ocasión viene un chico con la siguiente petición:
“Quiero sentir que tengo un lugar en el mundo.”
Me cuenta que es parte de una familia de cinco hermanos, siendo él el tercero en nacer. Vive con sus abuelos porque tiene una mala relación con sus padres y sus hermanos. Su madre está presente, pero como si no lo estuviera. Tiene una hermana excluida de la familia por no pensar o actuar como sus padres consideran correcto. Él también se siente excluido porque percibe que ni sus padres ni sus hermanos comprenden su condición sexual. Desde pequeño se siente ignorado e invisible.
Mientras me cuenta su historia, está muy afectado y habla con dificultad, reprimiendo un fuerte deseo de llorar. Le pedimos que elija a alguien para él, para su padre, su madre y representantes para los hermanos.
Al observar el campo, veo que su madre y su padre se posicionan juntos, con la madre a la izquierda del padre. Su hermana mayor excluida se coloca en un extremo, y sus otros tres hermanos están
cada uno en lugares separados, mirando hacia cualquier dirección. Él está en medio, observándolos a todos. Intenta colocarse al lado de sus padres o hermanos, pero no logra quedarse con ninguno.
Se le ve descolocado.
Le pregunto a su representante cómo se siente, y este responde que quiere acercarse y estar con alguno de ellos, pero ninguno lo mira, lo que le genera mucha angustia, y decide alejarse. Finalmente, se queda en medio, a ver si alguien le mira.
Le pregunto al cliente cómo se siente, y muy emocionado, llorando, me dice que así exactamente se siente. Mientras me responde, su representante se sienta en el suelo, mira fijamente al suelo y llora. Su madre también mira al suelo y llora.
Le pregunto al representante qué siente, y me dice que está muy agotado, que siente que le falta algo y que solo quiere quedarse tumbado ahí. Le pregunto al cliente si en su familia ha habido algún aborto, y me dice que no lo sabe. Coloque un cojín en el suelo, junto al representante. El representante lo coge y se tumba boca arriba, abrazado a él.
Le invito al cliente a que entre a la constelación junto a su representante y que le diga al cojín en el suelo:
“Ahora te veo y te doy tu lugar (mayor o menor, el que él sienta en ese momento).” Le dejamos que respire la frase y le invitamos a decirle: “Gracias por formar parte y mostrarme mi lugar en la familia.” El cliente, por iniciativa propia, dice: “Realmente soy el cuarto y somos 6 hermanos.”
Les dejo un momento y el representante de él deja el cojín en el suelo y se pone de pie con una clara actitud infantil, mirando a sus padres y hermanos. Le digo al cliente que coja a su niño de la mano y, si quiere decirle algo, lo abraza y llorando le dice:
“Te amo y todo va a estar bien. No tienes nada de malo.” Le invito a que le diga: “Eres suficiente tal y como eres. No necesitas cambiar nada de ti mismo para ser aceptado.”
El cliente llora al oír la frase, le mira a su niño interior y se la dice. Suspira y ya le mira con una sonrisa. Se cogen de la mano nuevamente y el niño acompaña al adulto a mirar a sus padres. Le invito a que les diga lo siguiente:
“Gracias, papá y mamá, por la vida que me habéis dado. Es suficiente. El resto lo hago yo.”
Sus padres le miran sin decir ni hacer ningún gesto y él los mira agradecido. Luego le invito a acercarse y mirar a sus hermanos y decirles:
“Gracias por ser mis hermanos. Ahora sé cuál es mi lugar en el sistema y me posiciono sin culpa, sabiendo que soy digno de estar en él.”
Sus hermanos le miran, alguno con un gesto de gratitud en su cara. Observo qué sucede en la constelación. El cliente, de la mano de su niño interior, se encuentra en el centro y todos los representantes de su familia le miran. Les invito a ordenarse y ocupar cada uno su lugar.
Pregunto al cliente qué tal se siente. Dice que se encuentra mejor, sin la angustia del principio, y que, así como están posicionados, siente paz. Acabamos la constelación agradeciendo a todos los representantes.