Antonio llega un sábado por la mañana sin saber nada de constelaciones. Un amigo le ha dicho que le irá bien en este momento que está viviendo.
Cuando lo invito a sentarse en la silla del cliente, Antonio explica que es empresario, tiene tres hijos y que se ha reinventado varias veces, que va "moviéndose por la vida a base de bofetadas".
Le pregunto: — ¿Qué es lo que te pasa? — Vivo la vida con mucha pasión, me han pasado cosas muy fuertes…
Le digo: — Define los hechos. Aquí no nos vamos a asustar, hemos visto muchas historias… (La sala se llena de risas y energía).
Así que Antonio nos cuenta cómo afectó en su vida laboral la muerte en accidente de tráfico de su hermano menor y la muerte de su padre, también por accidente. Menciona cómo todo se relacionaba con sus proyectos empresariales. Habla de sus diferentes episodios de estrés y ansiedad que le han afectado físicamente y de cómo han sido los últimos dos años, con escapadas a la India y nuevos negocios en los que se ha sentido traicionado. En definitiva, siento que sí que han pasado hechos relevantes que merece la pena observar.
El cliente sigue relatando y dice que, personalmente, tampoco lo tiene fácil, pues su exmujer y madre de sus hijos le cambió la cerradura y ya no pudo volver a casa. Todo el relato lo hace serio, sin expresión, como si estuviera preparado por todo lo que le sucedió en la vida para no expresar el dolor. Con una coraza que le permite sobrevivir al tormento interior.
Para empezar, le propongo escoger una persona que le represente y otra que represente los obstáculos en la vida. El representante de los obstáculos se siente con muchas ganas de gritar. Pido que saque a alguien que represente a su padre y a otra persona para su madre.
Al ver que no se mueve mucha energía, pido que saque un representante para el “secreto”. Le pregunto si sabe si su padre se suicidó. Dice que podría ser. En ese momento, el representante del padre llora desconsoladamente.
Le pregunto por el padre y la madre paternos. Sacamos a representantes de ambos. La abuela se coloca junto a su padre. El abuelo lo mira a distancia. El cliente comenta que su abuelo lo cuidaba cuando era pequeño. En cambio, la abuela era la que trabajaba, traía el dinero y mandaba. La abuela, dice, era muy dura, estuvo dos o tres años en la cama antes de morir. El cliente dice que todo era normal. La abuela llora.
Y le sugiero decir: — Lo que pasaba con vosotros, lo dejo con vosotros. — Padrino (abuelo), respeto tus secretos y los dejo contigo. Por favor, mírame con buenos ojos si me van bien las cosas en la empresa y en la vida.
Como no sabemos mucho de su sistema, van apareciendo nuevas figuras que parecen formar parte de la encrucijada de eventos. El representante de él se ve agotado, se sienta y se tapa la cara: — No puedo con todo.
Le digo al cliente: — Puedes mirarlos y decir: “Respeto vuestro destino”.
Las figuras de las constelaciones se relajan. Y digo: — Fíjate, cuando nosotros soltamos, ¡todo el mundo se relaja!
Respiramos y le sugiero que saquemos un representante para la vida fácil y buena para él. — Claro —dice el cliente—. Tengo la sensación de que toda la vida he nadado contracorriente. Desde hace mucho tiempo.
— ¿Y qué te dices? —le pregunto. — Que hay que seguir resistiendo, que la vida es maravillosa.
Le digo: "Resistir es una palabra que cansa. Cuesta poder hacer cosas desde ahí".
Para cerrar la constelación, le digo: — Estás muy cansado. ¿Has pensado en parar? — Sí, estoy de vacaciones un mes, aunque sigo trabajando un poco.
Dejamos aquí la constelación, con la sensación de haber abierto un mundo interior rico. Dejamos que la constelación haga su efecto y el cliente se siente, a la vez que abrumado, agradecido por todo el trabajo realizado y por tantas personas trabajando para ayudarlo en su transitar por la vida.




