Cada día comienza como una carrera. Revisar mensajes, responder correos, cumplir con tareas, cuidar, rendir, producir. Incluso en los momentos de descanso, hay una sensación de fondo que no se apaga: tengo que estar haciendo algo. Vivimos en modo urgencia, como si todo fuera importante, como si detenerse fuera una amenaza. Y en ese ritmo, muchas personas comienzan a experimentar síntomas que el cuerpo y la mente no pueden seguir ignorando: insomnio, irritabilidad, tensión muscular, olvidos,...