RECORDAR A LOS QUE YA NO ESTÁN

Con la llegada de Todos los Santos, tenemos la oportunidad de dedicar un tiempo a recordar y honrar a los que ya no están.

 

El culto a la muerte es un concepto muy interesante, muy íntimo y, al mismo tiempo, una concepción social vivida de diversas formas según la visión de cada cultura y tradición en los diferentes lugares del mundo.

En occidente, y concretamente en la Península Ibérica, la tradición católica y cristiana nos lleva a celebrar este día con un tono más bien íntimo, nostálgico y ceremonioso, dedicando nuestros pensamientos y oraciones a los difuntos y adornando con ramos de flores las tumbas de los cementerios.

 

Y si bien es una tradición que, de forma respetuosa y emotiva, quiere recordar y honrar a quienes nos han dejado, también es interesante poder abrir la mirada y observar otras culturas y tradiciones que viven esta celebración desde una mirada más festiva y compartida, como lo es por ejemplo el Día de Muertos, tan popular en México.

 

Es un concepto interesante porque nos abre las puertas para poder mirar la transición de la muerte con una visión más alegre y festiva de lo que estamos acostumbrados. Es un día pensado para celebrar la vida de quienes ya no están y hacerlo rodeados de familia y amigos entre música, comidas y colores alegres, para poder compartir, recordar y honrar la vida que tuvo el difunto.

 

Un talante más festivo que, tal y como os decía, no solemos ver en occidente, donde todo lo que rodea a la muerte lo acostumbramos a vivir desde su vertiente más cruda, lúgubre y dolorosa.

 

Y si bien es cierto que es un proceso íntimo y personal, nuestra visión de la muerte nos invita a transitar el duelo de algún ser querido de forma muy introspectiva y, a veces, solitaria. A menudo echamos de menos en silencio, recordamos a alguien que se ha ido mientras lidiamos nosotros solos con emociones y pensamientos que nos perturban y, con el miedo a lo que habrá más allá, o si creemos que no hay nada, lidiamos con conceptos como el vacío absoluto, la desaparición y, obviamente, lidiamos también con el hecho tan humano y natural de echar de menos y sentir la ausencia que ha dejado aquella persona.

Lo callamos, incluso callamos con otros familiares y amigos que, al igual que nosotros, están pasando por lo mismo y que están sintiendo la misma tristeza y añoranza, y seguramente, por miedo a causar más dolor al nombrar a quienes nos han dejado, mantenemos el silencio.

 

Quizás esta manera de hacer, aunque sólo pretende ser respetuosa, puede sumirnos en un transitar solitario y crudo que parece destinado a querer que el tiempo pase lo más rápido posible con la esperanza de que con el paso de los días, ese dolor se vaya aplacando, y quizás también esperando que se desdibuje la añoranza tan intensa por la persona que se ha marchado.

 

Es muy humano tener miedo al sufrimiento y tememos sentir el dolor que implica la muerte. Y tal vez este miedo no nos deja ver que nos puede ayudar el aprovechar la llegada de un día como Todos los Santos para recordar, rememorar a los difuntos y compartir los momentos vividos con otras personas, hablar, unirnos y acompañarnos unos a otros con calidez, y poder celebrar la vida, tanto la nuestra como la de quienes nos han dejado, honrar su memoria y conceder así, a los que ya no están, un nuevo espacio en el recuerdo y un lugar necesario dentro de nuestras vidas. Permitirnos recordar a nuestros ancestros y tenerlos presentes desde un nuevo sentimiento donde también haya gratitud porque es gracias a ellos estamos aquí.

 

Y quizás así, compartiendo y celebrando, con gratitud, con los que nos rodean, podremos transitar este camino nada fácil y complejo que es el duelo, desde una visión menos invisible y solitaria y, poco a poco, quizás nos permita, ya sea individualmente o como sociedad, ir naturalizando que la muerte y la vida van juntos de la mano, porque tarde o temprano, todos estamos destinados a dejar este cuerpo.

 

Somos afortunados de estar vivos y de haber podido vivir y compartir con los que ya no están, celebrémoslo.

 

 

 

 

 

 

 Carme Tuset

Fundadora y directora del centro Espacio Sistémico y Humanista. Licenciada en Psicología, formada en pedagogía sistémica, terapia Gestalt, chamanismo y Constelaciones Familiares directamente con Bert Hellinger.

Con más de 35 años de experiencia.