A menudo, las personas llegan a la consulta acompañadas de culpa. La han incorporado a sus vidas, algunas desde hace mucho tiempo, y se han acostumbrado a su presencia.
Han aprendido a convivir con ella y con la suma de sensaciones que genera.
Sentirse culpable, con motivos justificados o sin ellos, hace menguar progresivamente el bienestar de nuestro día a día.
Es la interpretación de nosotras mismas sobre lo que hemos hecho o no, de lo dicho o pensado, que puede provocar angustia, inseguridad, baja autoestima, nerviosismo, ansiedad...
La culpa en sí misma es útil y cumple una función: nos invita a revisar una acción que podría no haber sido adecuada. Aparece de manera puntual y se desvanece cuando hacemos uso de nuestra responsabilidad para rectificar, excusar o atender las consecuencias de nuestra acción.
Es lo que denominamos culpa sana y nos invita a asumir la responsabilidad de nuestros actos.
Cuando la culpa no se desvanece y el hábito de juzgarnos se instaura en nuestra personalidad, podemos quedar atrapados en ella, o bien, hacer algo al respecto.
No hablamos solo de cambiar acciones concretas sino de mecanismos. Cambiar el sentimiento constante de culpa implica realizar un proceso terapéutico de contacto con un@ mism@, la recuperación de la inocencia y el empoderamiento que nos invita a tomar la responsabilidad, una base para liberar este sentimiento.
Hay veces que la culpa se transmite generación tras generación, es entonces cuando recurrimos a nuestro sistema familiar para encontrar el origen y poder transformarla en beneficio nuestro y de los demás.
Alba Serrat
Terapeuta formada en Constelaciones Familiares y en Terapia Gestalt. Terapeuta de Jin Shin Jyutsu, Coordinadora y facilitadora de grupos de soporte emocional y ayuda mútua GSAM, proyectos para jóvenes y adolescentes (Q-nnecta't), proyectos pera escuelas y familias (Orígens), y Contínuum, para diferentes colectivos.